Ha habido tanta expectación que ha tomado el cariz de anuncio de gran acontecimiento, cual si fuera la inminente Semana Santa o las fiestas de San Lorenzo. Rezuma el sabor del deseo, en una curiosa paradoja y es que recorrer a buen ritmo 18 kilómetros se convierte en un placer. Sufrir para disfrutar. Sólo así se entiende a Miguel Montori, a Paco Ratia, al presidente Luis Martínez y a toda la familia Aspace. El humor y la sonrisa se apoderan de todo el periplo, desde el inicio de las gestiones hasta el día después, cuando se recuenta todo en un balance feliz por sistema. Me inspiran quienes laboran en ese clima. Me recuerda una escena de «A Sangre Fría» de Truman Capote que, en medio de la tragedia, con esa pareja de personajes convulsos, analfabetos emocionales, como son los asesinos Perry y Dick, es capaz de soltar una hilarante máxima: «Todas las personas tienen la disposición de trabajar creativamente. Lo que sucede es que la mayoría jamás lo nota». En realidad, los amigos de Aspace son más émulos de Baudelaire: «Trabajar es menos aburrido que divertirse».

La Marcha Aspace me recuerda al río Ebro en los días de calma. Fluye armónicamente. Han creado sus promotores una sinfonía organizativa cuya música genera una atmósfera propicia para la convivencia, para la reflexión, para la acción. Perdonen que me reitere, pero me acuerdo mucho de Antonio Torres y de las risotadas de Fernando Lafuente en la primera edición. Antonio, en su línea somarda de descomunal ingenio, vio partir a Luisa Fernanda Rudi a la velocidad del rayo, creando «tensión» en el pelotón de autoridades para seguirla, y espetó: «Mira que conozco a Luisa desde hace años y es la primera vez que la llevo de marcha».

Aunque los organizadores son enormemente autoexigentes, es imposible hallar tachas en esta carrera. Claro, cuenta con equipo de Champions: el ejército (que este año vuelve), los voluntarios, los trabajadores, las empresas patrocinadoras y colaboradoras, los cocineros (este año se toman una fiesta sabática por aquello de evitar los contactos en la comida) y un intangible que expresa como nadie Miguel con tintes poéticos, ese aroma icónico y único que captan sólo personas perspicaces y entregadas como Myriam, sin lugar a dudas la gran heraldo desde sus orígenes. Correcaminos captando fotos, videos y testimonios en un ritmo frenético de marcha p’alante-marcha p’atrás para no perder detalles.

La Marcha Aspace es un claro objeto del deseo, contraviniendo el epíteto cinematográfico de Luis Buñuel. Es tan anhelado como pertenecer al club más exclusivo. Es el triunfo de la individualidad, de la socialización y de la diversidad. Todos juntos en una serpiente monocolor y un lema cada edición, en este caso «Ponte un 10». Diez marchas con dulce resaca. Se lo digo a Paco, y a Rosa, y a Luis. Me recuerda mucho una de las cualidades indispensables para el líder que John C. Maxwell especifica en el libro del mismo título: Put a ten in everybody’s head. Pon un diez en la cabeza de todos. Ocho mil jóvenes desde bebés hasta los cien años con la convicción adquirida por el espíritu Aspace de que son capaces de todo, de esos 18 kilómetros y de 18 veces 18 si menester fuera utilizar tanta voluntad.

Las presentaciones de este gran evento social, con tintes deportivos, adquieren consecuentemente un cariz de celebración. Beatriz Calvo Lasierra, la consejera comarcal, da las gracias «por trabajar tan bien». Importante. El concejal Arturo Biarge pone un 10: «Por vuestro trabajo, por dar visibilidad, para exigir el pleno derecho de las personas con discapacidad, por sensibilizar, porque Huesca cada vez es más inclusiva y solidaria. Hacéis posible lo imposible». El diputado Antonio Biescas recalca que Aspace «es calidad de vida, compañía, atención y vida más saludable. Y tiene esencia festiva con dos protagonistas: el paisaje de La Hoya y la convivencia«. Eloy Torre reconoce la torpeza de las administraciones en el vértigo de la pandemia y atribuye a Aspace la ejemplaridad y el liderazgo en generosidad y solidaridad. Y el presidente Luis Martínez es todo gratitud: los seiscientos voluntarios, los avituallamientos, las huchas de Julio, el Bizum, la animación infantil. «Hemos vuelto». Algo así como el Decíamos ayer… de Fray Luis de León.

Al final, los valores intrínsecamente relacionados con tan magna reunión social se proyectan sobre el destino de los fondos recaudados, la rehabilitación integral y la optimización en eficiencia energética, ese centro ocupacional que es referente en cestería, las nuevas terapias y el avance en la autogestión.

Y, en el fondo, el compromiso de una ciudad y una provincia que se empoderan a sí mismas como adalides de la responsabilidad social, que no es sino la preservación del hermoso patrimonio que nos hemos dado: el de la diversidad a través de la alineación de mente, corazón y piernas, para modelar la gran obra de la voluntad coral. Pura normalización, los derechos al poder.