Leer a Stefan Zweig es una enorme oportunidad de aclarar los pensamientos, de reordenar los conceptos, de dimensionar con distancia para eludir las bajas pasiones, de vencer en las pruebas que nos pone la vida. Decía el austríaco nacionalizado británico, autor de memorables biografías y novelas, que hay dos clases de compasión. Una, la débil y sentimental que no es exactamente compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra, la única que cuenta, es la desprovista de lo sentimental dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá. Quizás sea demasiado categórico, pero hoy a mí me sirve, porque prefiero considerar, como Concepción Arenal, que la compasión es la celestial precursora de la justicia. Aunque cueste.
En realidad, tener compasión, acompañar en el sufrimiento (definición etimológica), es en ocasiones una justicia hacia el compadecido y en otras una justicia contigo mismo. Sin ir más lejos, hoy he conocido el caso de una persona con la que he mantenido terribles discrepancias hasta el punto de que me he sentido muy zaherido por él, maltratado, amenazado y hasta ejecutado en su alícuota parte de responsabilidad. Hoy está en una tesitura de salud de cierta gravedad, no por el riesgo vital sino por la presumible irreversibilidad de su estado, él que si de algo disfrutaba era de una mente analítica, fría. Sin más. El golpe directo es al cerebro, no al corazón, incluso podría estimar que porque lo tiene enormemente duro. Jamás empatizó ni simpatizó. Y, sin embargo, el conocimiento de su padecimiento me ha enternecido. Y me he sentido bien, porque significa que definitivamente he superado la prueba de resistencia contra el rencor y he aprobado el test de la humanidad. Incluso, con la interlocución de un amigo común, hasta me he permitido ayudar en la búsqueda de tratamientos que puedan mejorar su dolencia o paliar la gravedad.
Hoy me voy a dormir a pierna suelta. Por el agotamiento físico de haber subido los ciento ochenta peldaños hasta la torre de la Catedral de Huesca. O porque me gustaría pensar que soy un poco mejor. Practicar la compasión relaja y reconforta. Probemos.
Ojalá encuentres tratamiento para paliar su malestar o mejorar su gravedad. Nosotros ya sabíamos de tu gran humanidad. Descansa tranquilo, que hoy también te lo has ganado.
Muchas gracias, Irene. Lo hice y hoy estoy pletórico de actividad. Nada puede frenar el avance, por necesidad y por virtud. Un abrazo
Impresionante!!! No podía ser de otra manera. Tus virtudes, tu corazón, tu educación, tu SER, han florecido, ha brotado desde lo más profundo de tu alma todo el Amor y Paz que sientes es un grandísimo regalo. Felicidades y muchísimas gracias. Yo quiero ser como tú
¡Qué te voy a decir a ti, Lourdes! Eres maestra mía. Un abrazo
Compasión o pena?
Pena y compasión. Abrazo
Se trata de empatía. Es la esencia del ser humano bueno y que permite una sociedad mejor. Los ser buenos la tienen como un rasgo constante y surge automáticamente en situaciones donde otras personas mantedrian el resentimiento.
Carmelo, tú eres un enorme profesional de la psique. El resentimiento, me parece a mí, es un freno para el avance propio. Un abrazo
¿ Has conseguido dormir a pierna suelta? Si la respuesta es si, apuesto que ha sido por superar el rencor ; ¡ qué asco de sentimiento! Taladra el cerebro, encocora. La compasión, para mi una virtud, siempre digo que está pasada de moda, y además pienso que “viene de serie” , que no se puede impostar. Los que te conocemos tenemos muy claro que el test de la humanidad lo superas con creces.
He dormido a pierna suelta, satisfecho de haber reaccionado contra mi reptiliano, contra mis vísceras. un abrazo
Tenerla , es un regalo .
Me parece imprescindible para vivir en paz .
Ayuda mucho a vivir en paz con uno mismo.
La compasión no implica necesariamente olvidar determinadas afrentas. Pero nos permite superar otras perniciosos pasiones, como el rencor o el odio. Y eso nos hace mejores.
Totalmente de acuerdo, no obliga a olvidar, tan sólo a modelar los recuerdos para huir de las bajas pasiones. Un abrazo, Jesús
Hay «pecados » como la envidia que provocan daños colaterales si van acompañados ,de la difamación por ejemplo, pero sin ninguna duda a quién más daño hace en este caso concreto ,es a quién la padece
No sé qué puede haber más terrible que levantarse «encabronao» envidiando a alguien o algo .
La empatía , no solo nos hace colocarnos en el lugar del otro si no que nos resitúa en el nuestro aceptando lo que somos.
Al entender al prójimo somos capaces de dejar a un lado determinados «pecadillos»que además de hacernos sentir mal y peores , nos perjudican enormemente .
El envidioso (a pesar de algunas apariencias )carece de inteligencia emocional,
algo imprescindible para una vida feliz .
La compasión ,forma parte de esas virtudes que acompañan a la inteligencia emocional, siempre nos gratifica cuando la ponemos en funcionamiento
El envidioso vive en la zozobra permanente salvo que el entorno sea más mediocre -que es mucho decir- de él. La compasión es una liberación, una justicia con uno mismo, una ratificación de la mejor condición del ser humano capaz, efectivamente, de ser empático. Un abrazo, Pilar