«En la posada del fracaso

Donde no hay consuelo ni ascensor
El desamparo y la humedad
Comparten colchón
Y cuando por la calle pasa
La vida como un huracán
El hombre del traje gris
Saca un sucio calendario del bolsillo
Y grita

Quién me ha robado el mes de abril
Cómo pudo sucederme a mí
Quién me ha robado el mes de abril
Lo guardaba en el cajón
Donde guardo el corazón»

En la clave de Sabina, a Agustín Lasaosa, Juan Carlos Galindo, Carlos Laguna y la Sociedad Deportiva Huesca como institución ya les han robado tres meses de abril. Iniciándose la causa como se abrió en mayo, ya los de 2020, 2021 y 2022. Tres putos años a la mierda, perdóname, amigo lector, el exabrupto. Tres calendarios pasados, mientras su señoría, los señores de la UDEF y algunos otros agentes de la cosa político-judicial desayunan, comen y cenan plácidamente sin pensar en que han reventado tres anales de la existencia de estas personas. Y ahora estarán de vacaciones, en una playa remota o próxima, en una piscina, con una caipiriña, dispuestos a retornar más orondos a sus puestos para continuar su safari. Su pesca, como dice mi buen amigo José María Fuster-Fabra, aunque para mí es más caza, con perros especializados incluidos.

«El caso Oikos debiera estar tocando la flauta porque el conocimiento verídico, el que alimenta la justicia para evitar los atropellos, está más allá del borde de la muerte y sólo el empecinamiento de los flautistas, fracasados tres años y dos meses después, prolonga la agonía sin más explicación lógica que las debilidades humanas»

Habrá juicio. Lo vaticino desde ya. Estaba escrito. Predestinado. Todo empezó con unas apuestas por el Huesca-Nastic de los jugadores desmayados por cinco días de abrumadora ebriedad. Como en el juego de los barcos hicieron agua, la sospecha se trasladó a otros terrenos. Disparaban por tierra, mar y aire. Que si el Borja tal (ya sobreseídos), que si unos apostantes de Málaga (la instrucción fue de malagón, ya sobreseídos) y desembarcamos en Reus, pobrecitos los de Reus, y unas primas a terceros que, de momento, no se han constatado en movimiento de cuentas alguno. Eso en el supuesto que las primas a terceros fueran un delito. Me imagino a Zarfino, que dejó con su Alcorcón desahuciado al Éibar fuera de Primera, en un zulo porque como vaya a una playa van a pensar que estaba incentivado (que no diría yo que no, aunque ahí entraríamos en el debate sobre la legitimidad de estimular frente a la desidia de un último partido sin ninguna expectativa ni trascendencia).

Me envía mi amigo Nacho una información de IUSPORT sobre el diálogo (de besugos) entre el magistrado y la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal, a la que yo presentaría a los Juegos Olímpicos de Invierno para solventar nuestra endémica incapacidad para las medallas porque en patinaje serían oro. El medio explica con inusitada exactitud (lo de los secretos profesionales y eso se lo pasan en algún estadio por el arco del triunfo) las dudas del juez que presumiblemente comprometerían el relato policial por cuestiones de incoherencia temporal. Es una elucubración metafísica. Tengo que acudir al Manifiesto La Utilidad de lo Inútil para entender tal pertinacia, adobada por la insensibilidad ante la situación de personas acongojadas y desactivadas mientras «los malos» han salido ya de rositas, Nuccio Ordine deriva a Emil Cioran y su Breviario de podredumbre, en que afirma que Sócrates tocaba una flauta mientras le preparaban la cicuta mortal y le preguntaron: ¿Para qué te servirá? Y el filósofo contestó: «Para saber esta melodía antes de morir». «Si me atrevo a recordar esta respuesta, trivializada por los manuales, es porque me parece la única justificación seria de la voluntad de conocimiento, tanto si se practica en el umbral de la muerte como en cualquier otro momento», concluye el rumano.

El caso Oikos debiera estar tocando la flauta porque el conocimiento verídico, el que alimenta la justicia para evitar los atropellos, está más allá del borde de la muerte y sólo el empecinamiento de los flautistas, fracasados tres años y dos meses después, prolonga la agonía sin más explicación lógica que las debilidades humanas. Definitivamente, los oficios y la instrucción han quedado desnudados y lo honrado intelectualmente, lo congruente, es tapar el libro y pedir perdón ya que no pidieron permiso. Por dignidad y por humanidad. Lo contrario, si se confirma la inconsistencia (que tiene toda la pinta), será una desvergüenza. Y, a fecha de hoy, lo es, porque acusar sin pruebas es el origen de la difamación. Que ya dura más de tres meses de abril.