Vi la primera luz en Pamplona el 19 de abril de 1961, aunque los destinos de mi padre convirtieron en mi hogar las casas cuartel de Jaurrieta, Estella y Pamplona. Muy orgulloso. Me siento también lodosano, y no sólo por los pimientos como dice mi mujer (que me atribuye ventajismo en mi reivindicación de cuna y de sentimiento). Me licencié en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra en el año 1984. Como los profesores eran tan buenos (en el más amplio sentido de la palabra), obtuve el 3º Premio Nacional de Terminación de Estudios.
Quería asirme la universidad, donde ejercí de profesor adjunto de la asignatura de Radio con el profesor Ángel Faus. Paralelamente, locutaba en Radio Navarra-Antena 3 y redactaba en la revista de la Unión Territorial de Cooperativas (UTECO) de Navarra.
Por cuestiones del destino, me alumbró Huesca el 2 de diciembre de 1985. Diario del Altoaragón penetraba en mi espíritu como el almacén de pieles invadía mis pituitarias, con Antonio Angulo como director, compañero y pronto amigo, hoy casi hermano. Lo de los ascensos lo dejo para el currículo oficial, me importa más la evolución que vivimos juntos el diario y yo, un crecimiento profesional y personal en tiempos humanistas.
Viví todas las épocas doradas, en las que la trayectoria de nuestra vocación de servicio impregnaba al lectorado y a todos los ciudadanos. Sostengo que creamos un espíritu que fue admirado tanto por sus rendimientos económicos (recuerdo a Santiago Carrillo admirado en la calle La Palma por esos resultados) como por su implicación social, acentuada por la tenacidad de Myriam Martínez al crear el Altoaragón Dos, un prodigio de la información cultural y social casi unánimemente aplaudida en todos los ámbitos de nuestra comunidad. El casi es por los que lo hicieron desaparecer hace apenas un par de ejercicios aquejados de una invidencia que ni Santa Lucía puede curar.
Me adecué a las circunstancias tecnológicas e incluso abanderé con el equipo las transformaciones sucesivas, algunas pioneras en Europa como la introducción del primer sistema editorial con Adobe InDesign, además de los dos primeros portales web del diario. Hace cinco años, me dijeron que ya no estaba para esos trotes y nominalmente prefirieron el analfabetismo digital. Es lo que tiene el poder, es lo que tengo yo, el indisciplinado como me denominaron, el verso libre que repliqué yo.
No he resultado cómodo, ni para algunos colegas de profesión por mi aversión al corporativismo, ni para algunas miradas políticas extraviadas sectariamente, ni para otros poderes cómodamente aposentados en los aledaños del reparto de prebendas.
Me gusta ayudar y me desenvuelvo extraordinariamente confortable entre las personas con discapacidad y dependencia, entre los escritores y agentes de la cultura, entre los empresarios responsables, entre los jóvenes estigmatizados y los viejos olvidados. Agradezco mucho los reconocimientos, pero mi objetivo es cooperar bajo el manto virtuoso del voluntariado.
Soy un obseso de la escritura. Diría que el Forrest Gump de la escritura, me pongo delante de un ordenador y no pararía hasta recorrer el mundo. No vuelo, pero la observación y la curiosidad me guían hasta personajes fascinantes como el Papa, Jack Ma, Herbert Benson o Carlos López-Otín-Elías Campo (tanto monta…)
Economía, turismo, gastronomía, agroalimentación, cultura, Tercer Sector,… ¿Qué más da? El caso es servir mientras tenga una pizca de aliento. Y amar, a una tierra y a un género, el humano.
Desahuciado de mi casa de 35 años, 9 meses y 14 días, liberado tras un lustro negro, canto a la vida y cuento lo que veo, lo que leo, lo que escucho y lo que me viene a la mente. Como exclamaba un entrenador, ¡que me esperen, que se preparen! Libre.



